COVID – 19: EL MUNDO HA CAMBIADO

El Mundo ya nunca será el mismo tras la aparición del COVID-19:
en lo social, en lo económico, en lo político e incluso en lo personal
e individual todo ha cambiado con la crisis del corona virus.

Esta ha sido y será para la Historia la primera crisis a escala planetaria, donde se han trastocado todos los sistemas e instituciones vigentes y que se suponían asentados y consolidados.

Esta también ha sido la primera crisis con la presencia de las nuevas tecnologías en la sociedad, redes sociales y acceso instantáneo a la información, con unos medios de comunicación en plena expansión digital y activos en cuanto a contribuir a crear opinión y posicionar a la población frente a la crisis y a las actuaciones de las autoridades. Y como no las fábricas de noticias falsas para contribuir a la desinformación general con finalidades oscuras y turbios objetivos. Y para completar el cuadro y por no dejar a ningún actor fuera, los hackers o piratas cibernéticos atacando los sistemas informáticos sanitarios y de otros servicios esenciales, a fin de crear el mayor caos posible, y cuyas motivaciones se escapan a cualquier análisis racional.

Y frente a ese mundo virtual el mundo real: todos aquellos que diariamente, con su trabajo a pie de calle han tratado de evitar que la enfermedad causara más daño del que en sí misma supone. Así personal sanitario, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, Fuerzas Armadas, Servicios de Emergencia y personal de servicios esenciales, telefonía, distribución eléctrica y abastecimiento de productos de primera necesidad, han contribuido a que la anormalidad de la situación no degenerara en caos y desorden generalizado.

Ahora, tras la pandemia hay que afrontar una nueva realidad plagada de incertidumbres y nuevos retos. Tal vez se verán situaciones inéditas hasta la fecha, en cuanto a medios de producción y comportamientos colectivos. Es posible que la evolución de los acontecimientos obligue a nuevas formas de conducta, con contactos sociales más distantes, pues los miedos son irracionales.

A nivel global, el COVID-19 ha puesto de manifiesto las debilidades del sistema institucional mundial con la OMS a la cabeza. La Organización Mundial de la Salud ha demostrado su ineficacia a la hora de ayudar a los países a combatir una enfermedad de alcance planetario y que sin embargo su Presidente se resistió más de un mes a denominarla Pandemia. Sus razones para tal resistencia permanecen en la zona oscura de esta crisis.

En el ámbito europeo, la incapacidad para adoptar medidas, protocolos y respuestas comunes frente a la Pandemia han sido evidentes y la respuesta a la crisis económica y financiera que el COVID-19 ha generado aún esta por ver.

En cuanto al funcionamiento y actuación de las instituciones nacionales españolas, con el Gobierno a la cabeza, han dejado al descubierto una realidad lamentable en la cúpula del ejecutivo, y por el contrario una fortaleza imbatible en quienes han tenido que materializar y cubrir las carencias de las decisiones gubernamentales.

Los funcionarios y personal sanitario, tanto hospitalarios como de Servicios de Emergencia en la vanguardia como primeros actuantes sobre el terreno y enfrentados al corona virus sin medios de protección ni materiales y que han sabido llevar a los pacientes más graves la sensación de seguridad y confort que su situación requería.

Los funcionarios de Policía Nacional, Guardia Civil, Policías Autonómicas y Policías Locales y Municipales, que con su presencia en las calles han mantenido el control de la población que requería la situación de Estado de Alarma. Y todo ello con la comprensión y acercamiento humano que la situación requería.

Las Fuerzas Armadas que han contribuido al despliegue de instalaciones sanitarias y el auxilio y ayuda a los ciudadanos en sus tareas cotidianas, demostrando con ello su compromiso de servicio a la sociedad siempre y especialmente en momentos difíciles.

Y a todos los que con el desempeño de sus funciones en puestos clave han permitido que la normalidad estuviera presente en unos momentos de una crisis sanitaria sin precedentes.

En particular, un recuerdo muy especial para quienes en el desarrollo de sus funciones perdieron la vida contagiados por el corona virus, de los cuales se puede decir que dieron su vida por los demás, y que conociendo los riesgos que corrían se mantuvieron en su puesto al servicio de todos. ¿Cuántas de esas vidas de servidores públicos se hubieran salvado de contar con los medios adecuados para evitar el contagio?… nunca se sabrá.

Las carencias institucionales puestas de manifiesto con la crisis del COVID-19, han dejado al descubierto las debilidades de nuestro sistema político y la necesidad de corregir las mismas.

A todos los Gobiernos del Mundo les ha pillado desprevenidos esta pandemia, y está claro que ninguno estaba preparado para hacerle frente de forma totalmente eficaz; ahora bien dista mucho la manera en que lo han afrontado países con Gobiernos experimentados y legislaciones claras y determinantes, de aquellos que aquejados de inexperiencia, incompetencia y falta de conocimiento se ven en la difícil situación de tener que tomar decisiones trascendentales en momentos muy complicados que afectan a millones de personas.

En España se ha optado por una desescalada en cuatro niveles, reconociendo el propio Gobierno, que ha sido su elección particular, entre otros modelos que han puesto en práctica otros Gobiernos de nuestro entorno y que pueden ser tan válidos como la solución escalonada de España. Y en este punto merece especial atención la declaración del Estado de Alarma en cada uno de los niveles de la gradual vuelta a la normalidad. Si en un primer momento la motivación de esa declaración pudo estar justificada, no parece que se den esas mismas razones cuando lo que se pretende es volver a la normalidad, lo que difícilmente se consigue con un estado alterado de la convivencia. El Gobierno español opta, ahora, por la prudencia en este tema, tal vez para encubrir la imprudencia que ha acompañado a otras decisiones gubernamentales, algunas de las cuales tuvieron incidencia directa en el alcance y propagación del COVID-19.

Por otra parte, la esencial contribución de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad al mantenimiento del orden y el cumplimiento de las instrucciones emanadas de las Autoridades, hace de estos Cuerpos un colectivo imprescindible, que debe contar con las plantillas de funcionarios completas a fin de poder cubrir las necesidades de situaciones excepcionales sin tener que pedir a los profesionales un sobreesfuerzo, que cuando hay escasez de efectivos, en ocasiones, raya en lo heroico, para poder cubrir los servicios. Y en este sentido recordar que de momento no se ha producido ninguna Oferta de Empleo Público ni convocatoria alguna para cubrir plazas vacantes en Policía Nacional ni Guardia Civil, y que la convocatoria en Tropa y Marinería del Ejército se ha suspendido. Sería deseable que el Gobierno garantice el mantenimiento y ampliación de plantillas en TElos citados Cuerpos para posibilitar la realización de sus funciones en condiciones de suficiencia de recursos humanos.

Reconocer que el Mundo ha cambiado tras esta crisis es una obviedad, sin embargo algo se escapa a un análisis más profundo. Porque, en términos criminológicos, se pueden plantear algunas cuestiones como:

¿Quién ha sido responsable y con qué finalidad de la aparición y propagación del COVID-19?

¿A quién ha beneficiado la creación de una crisis de estas dimensiones?

¿Ha sido un aviso/amenaza de lo que se puede conseguir con un virus, sin declaración de una guerra clásica?

¿Es un experimento sociológico para observar como reacciona la población a una interrupción, programada desde el Poder, de su vida cotidiana, país por país, y poder desarrollar nuevos modelos de control social?

¿Habrá COVID-20, COVID-21, …?

El tiempo responderá a algunas de estas cuestiones… otras quedaran para siempre en la oscuridad de los laberintos del Poder.